Cuando las ideas se presentan por sorpresa sin ser llamadas; mis mejores momentos.
¿Y si realmente las ideas estuvieran a disposición de todos en cualquier ocasión?
Pero entonces, ¿por qué a mí no me llegan cuando me siento a escribir?
¿Cómo explicar los bloqueos de los escritores, el miedo a la página en blanco?
Siento que cuando nos apegamos con fuerza a algo, incluyendo el apego a las palabras y a las ideas, el efecto automático es el de dos imanes que se repelen. Las ideas, las palabras son libres, son de todos.
No las fuerces nunca porque de lo contrario, nunca vendrán.
Nunca las obligues, no te escucharán. Fluye con ellas, déjate mecer, déjate llevar.
Por eso a menudo las mejores ideas surgen precisamente cuando no pensamos en ellas.
Te cuento mis 7 mejores momentos en que las ideas me toman de la mano, me invitan a caminar por la senda de la creatividad y yo me siento una verdadera privilegiada. Son siempre momentos en que tengo la cabeza despejada, libre, sin obsesiones, desapegada de la necesidad de escribir.
1. Debajo de la ducha.
Es sentir el agua recorrer mi piel, y soñar que todo se limpia tanto por dentro como por fuera. Como si el agua tuviera el poder de arrastrar lo que sobra, ya sean miedos y bloqueos o falsas creencias. Y al limpiar dejase la puerta abierta a una lluvia de ideas.
2. Corriendo.
Son muchas las veces que después de salir a correr he llegado impaciente a casa, para coger un lápiz y garabatear ideas. Es gracioso ir corriendo y repetir al mismo tiempo como un mantra una, dos, tres, varias ideas que me vienen de repente. Me gusta pensar que cuando corro las ideas van trotando conmigo, las palabras que tengo en mi cabeza como un puzle desordenadas, toman cada una asiento y conversan. Sus diálogos me llegan. A veces cuando estoy lejos aún de casa y tengo que acelerar el ritmo para que no se pierdan. ¿Corres para sentirte bien físicamente? Sí, por supuesto, pero también para abrir la puerta de par en par a todas las ideas que me están ahí fuera esperando. Otras variables de correr: practicar cualquier deporte, andar, bailar, etc.
3. Acercarse a la cultura, al arte desde cualquier perspectiva.
En mi caso todo vale: un concierto, una obra de teatro, baile, ir al cine.
4. Actividades caseras.
Yo siempre escribo en casa donde las obligaciones domésticas comparten domicilio con las palabras y las ideas. Suelo hacer pausas y aprovecho para preparar la comida, poner una lavadora, barrer (como veis nada romántico). Y durante esas paradas, las ideas suelen colarse para susurrarme al oído la siguiente frase, la palabra que me falta, el título de un post, las características de un personaje, el detalle mágico para bordar un diálogo.
5. Estar con niños.
No me cansaré de decirlo nunca. Los niños son grandes maestros. Ellos siempre tendrán ideas originales que no han pasado por ningún tipo de censura ni de autojuicio. Yo suelo robarles frases –con su permiso- a mis hijos. Sobre todo en el coche cuando les dejo en un mano a mano en la parte trasera.
6. Compartir tiempo con personas que te inspiran.
Una amiga, una prima, una madre. De las palabras de terceros suelen surgir a veces grandes ideas, y sobre todo si te encuentras en un lugar con encanto, con vibraciones positivas.
7. Asistir a una charla aburrida.
En mi antiguo trabajo he tenido que asistir a charlas y discursos soporíficos. Curiosamente en esos momentos al mismo tiempo que mi mente desconectaba de la sala, otra parte se conectaba con el mundo etéreo de la creación y me llevaba allí donde las ideas crecen y se reproducen porque las ideas son abundancia.
Esta es mi pequeña lista, que iré ampliando poco a poco.
Nos leemos pronto.
Un abrazo
Vir