El pasado lunes 2 de mayo tuve la suerte de ser invitada a
una tertulia literaria en la Asociación de mujeres Uxoa en Irun. Todos los
primeros lunes de mes, mujeres amantes de las palabras se reúnen para comentar
un libro. También suelen aprovechar ese momento para hablar de algún personaje
femenino relevante.
En este caso, se comentaba mi libro En la Calle Mayor, y opté por Nadia Comaneci como personalidad femenina.
Nadia fue una gimnasta prodigio, símbolo de la belleza, del
esfuerzo, de la elegancia y del sacrificio en un deporte tan exigente como es
el de la gimnasia artística. Además es una persona, que con lo vivido bajo
el régimen de Ceaucescu, con su bagaje emocional, ha logrado dar lo mejor de sí
misma y contar solo con lo que suma para seguir avanzando en la
vida. Me permito transcribir unas palabras suyas que reflejan esta idea
perfectamente:
No pienses en mi juventud como un sacrificio. Para mí la gimnasia nunca fue una tortura. La vida está llena de sacrificios, y yo elegí lo que me gustaba, lo que mucha gente no puede hacer. No hubo abusos en mi infancia. Lo único que tenía que hacer era gimnasia y nadie me obligaba. Mientras tanto Rumania se moría de hambre. En los países comunistas el deporte nos dio muchísimo más de lo que pudo quitarnos. Tengo el orgullo de haber hecho algo en mi vida, de haber aprendido sobre la fuerza, la determinación. No digo esto por haber sido exitosa: hubo años en los que no lo fui. Lo que he logrado lo he logrado: olvidando a mis detractores, enfocándome en mis objetivos, sobrepasando todos los obstáculos. No hablo de lo oscuro del deporte porque a mí solo me ha aportado luz.
Ahora uso lo que valgo
como leyenda para colaborar en diferentes causas sociales.
Estas son las personas que dando lo mejor de sí mismas,
hacen que el mundo sea más amable.
Estas son las personas que suman, que ofrecen su mejor versión.
Estas son las personas que suman, que ofrecen su mejor versión.
Porque con pequeños cambios, se pueden lograr grandes cosas.
Salí de la charla feliz y agradecida a María Jesús por haberme invitado, por haber estado rodeada de personas sensibles y amantes de los libros.
Me encantan estos grupos, aunque por horarios, yo no puedo
comprometerme con ninguno presencial.
Sin embargo, yo también tengo mi pequeño rincón, mi pequeño
grupo de amantes de las letras.
He encontrado el lugar perfecto en Facebook.
En el grupo Nuestra biblioteca.
En ese espacio que va creciendo día a día, muchas mujeres y
algunos hombres, nos alimentamos con lo que leemos y sentimos, con preguntas y
dudas sobre lecturas, autores y textos. Además, tenemos una lectura conjunta
cada mes que vamos comentando de forma flexible por capítulos.
Ese espacio virtual no exige una hora concreta, ni una
dedicación programada. Cada lector comparte cuando y como puede sus palabras.
Desde estas líneas quiero dar las gracias a Dorotea, el alma
de Nuestra Biblioteca, Elena, Susana y Gracia sus administradoras y a todas las
lectoras que día a día comparten en la distancia y enriquecen mi pequeño mundo
de letras y que me han apoyado desde el primer momento.
Gracias a todas las mujeres lectoras, a todas las personas amantes de los libros.
Con ellas, el libro tiene sin duda alguna una larga vida asegurada.