El lunes 13 de junio he estado por primera vez en un
colegio, compartiendo una hora y media con 50 alumnos de 5. Las profesoras,
Idoia y Leire, les habían leído el libro: todas las mañanas un capítulo. La experiencia
resultó tan positiva que les comentaron la posibilidad de que fuera la autora
para compartir con ellos.
Y fui, ¡cómo no!
Ir a una clase a hablar sobre mi libro era uno de los sueños
de mi larga lista de sueños que tengo pendientes de cumplir como escritora.
Fui dispuesta a hablar de lo que ellos quisieran, a
responder a sus preguntas, aceptar sus críticas y comentarios.
Demostrarles que era una más y que venía a charlar con
ellos.
Las preguntas abundaron y fueron de todo tipo: muchas sobre el libro,
otras sobre escritura, sobre otros autores.
Había interés y curiosidad.
Aunque
algunos se declararon no lectores, reconocieron que les gustaba que les
leyesen.
La gran mayoría leía.
Preferían el papel al ebook.
Algunos escribían
diarios.
Tras responder a las preguntas me regalaron varias frases escritas
cuando la profesora terminó la lectura. Y fue curioso ver de qué modo el libro
les había removido, les había hecho pensar.
Me regalaron muchas sonrisas y un recuerdo imborrable.
La verdad es que me sorprendió gratamente ver como los
prejuicios que podemos tener sobre los jóvenes pueden ser erróneos.
Mil gracias a las dos clases de Ama Guadalupekoa de
Hondarribia de 5A y 5B, gracias a Idoia y a Leire.
Ya estoy deseando que llegue la siguiente.