Para quienes no hayan leído 57 segundos, el señor Lif y Nur son los protagonistas de mi último libro. Esta carta no es parte del mismo.
Acabo de leerte, Nur. Imagino tu
expresión perpleja cuando recibas estas palabras. Porque sin saber cómo te
llegarán, tengo la certeza de que lo harán. Sí, acabo de leerte y nunca pensé
que yo pudiera dejar huella en ti.
Te escribo
para darte las gracias por recordarme; en el recuerdo sigue viva la persona.
¡Qué importa dónde haya ido y desde dónde te escriba! ¡Qué importa, si por edad
debería estar muerto, mientras hagas tuyas estas letras! ¿Lo entiendes? Tratamos
de responder a multitud de cuestiones, pero con la mente nos limitamos. Y
aunque mucho sabemos, hay preguntas que quedarán, eternas, sin respuesta porque
el propio universo protege su magia y misterio dejando entreabierta una tenue
rendija por la que intuir la verdad. Desde la confianza y el amor. Suena a
cuento, lo sé.
¿Recuerdas
cuando se averió el ascensor el miedo que pasaste? Traté de explicarte, como
pude, que aquel temor te paralizaba, que intentases respirar profundamente para
ahuyentarlo. Porque sabes, Nur, el miedo aniquila tu sistema inmunitario,
incluso modifica el pH de tus células. ¡Como lo oyes! Eso también se tendría
que aprender en el colegio, te oigo decirme. Porque no puedo evitar pensarte
como la niña que fuiste. Porque en el fondo, llevas a esa niña contigo. No te olvides
de ella, Nur. No te olvides nunca de tu niña, por favor, ni del miedo que
palpaste ni de cómo lo superaste. Porque a veces nos despistamos y desde el
miedo actuamos como jamás nunca hubiéramos pensado. Porque el miedo paraliza la
mente, sí, pero también el corazón. Leyéndote me he vuelto a ver en aquel
ascensor, Nur y recuerdo también el rechazo que expresaban muchas de las
personas al verme. Yo estoy seguro de que nadie quería decir lo que decía; era
el miedo que les obligaba. ¡Tantas veces somos inconscientes prisioneros del
miedo, Nur! Menos mal que hay un faro de luz, siempre, para mostrar el camino a
quien, con más claridad, quiere ver. ¿De verdad que yo fui la luz que tú
cuentas, Nur? ¿Por qué nos costará tanto creer en lo bueno que hay en nosotros?
Sé que tú también serás luz para otros donde, cuando y como tenga que ser. ¡Es
tan curioso ver, que ante una misma situación elegimos sentir y vivir
realidades tan dispares! Como si en el mundo hubiese tantos espacios-tiempo
como personas y cada una eligiese el suyo propio. Su propia verdad. Tal vez el
mundo cambie, Nur, pero nadie puede alterar lo que tú eres. Por dentro. De ti
depende de que tus ojos elijan ver belleza o desasosiego, de que tu corazón
crezca o merme. Eres libre y por lo tanto responsable de lo que sientes y de lo
que haces con eso que sientes. ¿Me entiendes, Nur?
Ahora
que sé lo mucho que te gustaba escucharme, añoro aquellos viajes y me gustaría
volver a subir al cielo en 57 segundos. Y pese a que en estos momentos y por
ahora no pueda regresar al ayer, sé que existen otras sendas abiertas, invisibles
e insospechadas, desconocidas. Impredecibles.
Como estas palabras que te llegarán
en el momento y lugar adecuados, querida Nur.
Firmado: el señor Lif.